En la cuenca central de México se sitúa un segmento del Cinturón Volcánico. Su formación es resultado de una intensa actividad eruptiva de millones de años. La cuenca albergó cuerpos de agua que formaron lagos y lagunas, que fueron el hábitat de ecosistemas extintos en su mayor parte. En el siglo XV la Cuenca estaba dividida en cinco lagos: el de Texcoco, Chalco, Xochimilco, Xaltocán (San Cristóbal) y Zumpango.
Los mexicas se asentaron en un islote del Lago de Texcoco y su ciudad -Tenochtitlán- desarrolló una intensa relación con el agua: los sistemas hidráulicos, la navegación, las inundaciones y la agricultura dejaron una profunda huella en su historia. En el mundo virreinal las inundaciones continuaron y, por otra parte, la ciudad modificó violentamente su vida social y económica, transformando el territorio con la introducción de la ganadería, la explotación intensiva de los bosques y el crecimiento demográfico, acelerando el proceso de desecación de los lagos y la pérdida irreversible de un territorio hidrológico diverso y ciertamente fascinante.