En 2019 viví algunos meses en Seúl durante una residencia artística en el Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Corea. En Seúl coexiste el acento moderno de una capital asiática con unos sorprendentes paisajes naturales insertos en la dinámica de la propia ciudad. En una de mis caminatas diarias junto a un río, noté que a cierta hora del día se proyectaban dibujos de luz en un puente cercano. El agua del río actuaba como espejo dinámico. Aproveché esas condiciones lumínicas para trasladar mi estudio a este escenario y llevé algunos de mis objetos de trabajo con la intención de recrear algo que había imaginado: un prisma de agua. Finalmente, reconstruí estas condiciones en mi estudio y fui desarrollando una obra a partir de la interacción del agua con un haz de luz.
La obra es un ensayo lumínico en un espacio con condiciones controladas que recrea un peculiar arcoíris. Consiste en una proyección dinámica de la descomposición de la luz que revela los colores espectrales. Pero la imagen estática del arcoíris quiebra constantemente su propia planimetría, explora su espacialidad en una sucesión de patrones insospechados. El agua-lente rebota ante cualquier movimiento, se interrumpe, se estabiliza, se asienta.